NIEBLA.

Me hallaba rodeada de una niebla muy densa. No alcanzaba a ver ni siquiera mis propios pies. Comencé a caminar con pasos lentos y vaciantes, moviendo las manos de manera frenética para intentar apartar la niebla de mi alrededor o simplemente encontrar un punto de apoyo, sin éxito.
Me quedé quieta, aguantando la respiración y escuché con atención, esperando con ansia el más mínimo ruido que me indicase que no estaba sola en medio de aquel mar de niebla que me cegaba.
Oí pasos. Pasos que se dirigían hacia mí.
- Lena.. ¿Lena?
Alguien pronunciaba mi nombre. Aquella voz me era muy familiar pero no podía recordar donde la había escuchado antes. Dí una vuelta completa sobre mí misma, intentando descubrir a alguien cerca de mí, con los brazos extendidos para equilibrarme. Mi mano izquierda chocó contra algo. Asustada, la retiré y me dí la vuelta rápidamente hacía la dirección de la que provenía la voz.
Axel se hallaba a un escaso paso de mí. Pero su contorno era difuso y borroso, como si él también formase parte de la niebla que me rodeaba.
Si alargaba una mano, podía tocarle. Incluso si me adelantaba un paso, podía abrazarle y pedirle con voz suplicante junto a su oído que me sacase de ahí.
Pero no me sentía aliviada, ni feliz de haberle encontrado. Tenía miedo.
- ¿Axel? -dije, en un susurro a penas audible.
Él se limitó a sonreír. Alargué la mano, lenta y temblorosa hacía su rostro. Antes de que llegase a rozarle, se desvaneció junto con toda aquella niebla.
Mi corazón dejó de latir por un instante.
Ahora podía ver que me hallaba en el claro de un bosque, franqueado por trece altos pinos cubiertos de nieve. Bajo de cada uno de ellos veía a una persona que ocultaba su rostro tras una máscara. Al ver mi expresión de desconcierto, doce de ellas rompieron a reír. Una de ellas se retiró el antifaz que le cubría el rostro y me miró con una crueldad inhumana en los ojos.
- ¡Laure! -grité, y corrí hacía mi amiga. La cogí del brazo y la zarandeé. Estaba fría, helada, como un muerto. Las otras personas rieron más fuerte. Me volví hacía ellos.- ¡Silencio!
Sus risas resonaron en el claro con más fuerza. Me tapé los oídos con fuerza y miré a Laure a los ojos.
- Ayúdame a salir de aquí.
Laure sonrió. Se apartó los rizos rubios del rostro y volvió a colocarse el antifaz negro sobre el rostro y rompió a reír junto con las otras doce personas que allí se encontraban.
Retrocedí cinco pasos hasta llegar al centro del claro. Me tapé los oídos, fuerte, y comencé a cantar para no escuchar sus risas. Me encogí y coloqué la cabeza entre las rodillas. El canto se convirtió en un grito agudo y estridente, pero aquello no bastaba para sofocar sus risas. Las trece personas se acercaron a mí, deslizando los pies -y ellas, los vestidos- sobre la nieve. Un hombre con ropa de época y capa se adelantó al resto y acercó su rostro al mío. Se quitó la máscara y me miró directamente a los ojos. Era Lester. El asesino de mis padres. Los otros doce seguían a escasos metros, girando alrededor nuestro, formando un corro. Dejé de gritar al ver que ya no se reían. Pronunciaban simultáneamente las mismas palabras:

"Por ti morimos.
Por nosotros morirás."
Todos se quitaron la máscara. Descubrí a mi madre, mi padre, Laure, Emilie, Axel, Kristine, Jack, Miryam, Erick y una chica de pocos años menos que yo, a la que nunca había visto antes pero que guardaba gran parecido con los dos últimos.
Dos personas todavía conservaban la máscara sobre los ojos. Cabello negro, vestido dieciochesco. Con un gesto elegante, se retiraron el antifaz negro que las mantenía en el anonimato. No pude reprimir un grito.
Como si me estuviese mirando a un espejo, aquellas dos Lena imitaban mis gestos, mi forma de caminar, mi voz, incluso mi forma de retirarme el cabello de los ojos... Pero la gran diferencia entre ellas y yo se encontraba, principalmente, en los propios ojos. Los de ellas relucían con una crueldad que los míos nunca habrían logrado.
Aquella situación se había convertido en algo demasiado absurdo como para causarme miedo. En el mismo momento en el que Lester se retiraba y las dos Lena se abalanzaban sobre mí, fui consciente de que estaba soñando.

Abrí los ojos. Estaba incorporada sobre mi cama con el rostro recubierto de un sudor frío y la respiración agitada.
"Solo era un sueño. Tranquila." me repetía a mí misma. Pero la visión de las trece personas riéndose con el rostro cubierto con una máscara todavía persistía en mi memoria. Y, posiblemente, del mismo modo que mis pesadillas infantiles sobre el asesinato de mis padres, persistiría hasta el fin de mis días.
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