Él no tenía ni idea de como había llegado hasta ahí. Simplemente despertó. Lo recordaba todo: su nombre, los de sus amigos, los de su familia, el de su mascota, incluso; conservaba nítidos recuerdos de hechos que tuvieron lugar escasos días atrás, pero nada acerca su localización.
Abrió los ojos de golpe. Desorientado, se pasó la mano por la frente y miró detenidamente a su alrededor.
La sala en la que se encontraba parecía ser una especie de vestíbulo diminuto y mal ventilado. El polvo, la suciedad y el silencio eran los dueños del lugar.
A su derecha, sesenta y cuatro buzones atiborrados de cartas. A su izquierda, una pequeña recepción. Se puso en pié con dificultad y tocó la campanita situada sobre esta. Una nota siniestra resonó por la sala.
Turbado, se dio la vuelta. Con curiosidad, sacó una carta del buzón. Estaba dirigida a una tal Lara Paddin que residía en la segunda puerta del piso cuarto. No tenía remitente. En lugar de devolverla a su lugar original, la dobló y se la guardó en el bolsillo del pantalón con la intención de entregársela a su destinataria.
Examinó el muro que tenía a su derecha. Parecía ser una puerta tapiada a toda prisa con ladrillos. La puerta de salida. La golpeó con los puños, con la vana esperanza de ser oído. Gritó "Hay alguien?" sin obtener respuesta. Consternado, la golpeó con furia una última vez y se dio la vuelta.
Ante sí tenía un ascensor antiquísimo y, junto a él, unas escaleras deterioradas y mal iluminadas. Más por curiosidad que por miedo, tomó el ascensor. Quería saber si funcionaba a pesar de su aspecto. Cerró los ojos y, al azar, pulsó un botón. Las puertas del ascensor se cerraron y se puso en marcha. Aliviado, abrió los ojos y miró el piso al que se dirigía. El decimocuarto.
Tenía la sensación de que el ascensor ralentizaba su marcha a medida que ascendía, y probablemente no se equivocaba, pues el ascensor de detuvo súbitamente antes de alcanzar su destino. Las puertas se abrieron entre dos pisos. Furioso, se encogió y se deslizó hacia el piso inferior.
Se encontraba en un rellano. Sus paredes, que fueron blancas tiempo atrás, ahora estaban cubiertas de suciedad. Habían, incluso, manchas que parecían ser de sangre. Prefirió no pensar mucho en ello.
Un gran número cuatro de latón situado junto al ascensor le indicó el piso en el que se encontraba. "¡Al menos, he avanzado algo!" pensó, obligándose a sí mismo a ser positivo. "Y este es el piso de Lara Paddin"
Aquel nombre le producía curiosidad. No conocía a nadie que llevase su nombre, y eso hacía que no pudiese imaginar su rostro. Igual Lara Paddin era una anciana muy deteriorada, igual era una deslumbrante joven. Igual no era nadie. De todos modos, él solo quería entregarle la carta. Nada más.
Había cuatro puertas. Dadas las circunstancias, cada puerta podía significar un destino distinto. Sin pensar mucho en lo que hacía, se dirigió hacia la marcada como puerta numero uno. Intentó abrirla, pero no cedió. Dio dos pasos hacia atrás y se preparó para tirarla abajo. Una simple patada y la puerta se desplomó ante él.
"Con permiso" pensó.
Apareció en un recibidor oscuro. Ante él había un espejo roto y sucio. Su propio reflejo le asustó. Junto a él, había una pequeña mesita decorada con flores de plástico. Avanzó por el pasillo, intentando no fijarse en los cuadros que, colgados de las paredes, dirigían sus amenazadoras miradas hacia él.
Se abrió paso hacia el comedor. Una lámpara de pie volcada, un sofá desgarrado, un televisor roto y una mesa a la que le faltaba una pata eran claros ejemplos del estado de la habitación. La persiana estaba bajada, pero por las rendijas que aún quedaban abiertas entraban unos tímidos rayos de sol.
Sobre un sillón azul marino reposaba el cuerpo inerte de un hombre de mediana edad. Tenía la cabeza inclinada hacia delante, de modo que no se le podían ver los ojos, pero sí un hilillo de sangre que le resbalaba por la comisura de los labios y le caía por el cuello hasta el pecho. Parecía una muerte natural, pero algo le hacía pensar que no había sido así.
No quiso investigar más en aquel piso. Se dio la vuelta y salió, procurando no tocar nada.
Una vez en el rellano, se dirigió hacia la puerta numero dos. Estaba entreabierta y, sobre ella, alguien había pintado un enorme corazón rojo. La empujó con la punta del pie y se abrió con un chirrido. Ante él, un piso aparentemente normal. A contraluz, podía ver una silueta humana tambaleándose hacia él. O bien hacia la salida del piso. Él entró y se acercó a la silueta, que parecía estar a punto de desfallecerse. La sujetó por los hombros y la zarandeó. Resultó ser una chica de unos veintitrés años, de cabello largo y negro.
- ¿Qué te pasa? -preguntó él.
- A-ahí -tartamudeó. A la vez, levantó un brazo y señaló una habitación cercana.
Él la soltó y ella se desplomó.
Entro en una habitación que parecía ser de matrimonio. Entre dos mesitas de noche, se encontraba la cama. Y sobre ella, dos cadáveres más. Esta vez, el de un hombre y una mujer. El hombre había recibido una puñalada en el corazón y, posteriormente, había sido desmembrado con brutalidad. Los miembros de su cuerpo se habían vuelto a colocar en su sitio original. La mujer tenía la garganta rajada de lado a lado. Tenía el torso desnudo y una gran herida en el mismo, a través de la cual se podían ver sus vísceras.
Él también sintió nauseas. Retrocedió y volvió junto a la chica con la que se había encontrado antes.
- Me llamo James.-se presentó él.
- Yo soy Lara.
3 comentarios:
LAIIAA
soc la maiiii:)
loo ameee :D
besiitoo
ohhhhh tia me encantaa
de corazón
t'estimooh
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