25 de octubre de 2010

a dos metros bajo tierra.

Zezka se está muriendo desde hace mucho tiempo, pero hace poco que lo sabe. Comenzó a morirse el día en el que me pregunté si la quería. Como dijo cierto escritor con el que solo tengo en común el oficio y la ciudad de origen, en el momento en el que te paras a pensar si quieres a una persona, ya has dejado de quererla para siempre. 
El día que Zezka cumplió veintidós años, yo le regalé un reloj de bolsillo. No la felicité, era de las que odiaban los cumpleaños. Simplemente la llevé a ver el mar y se lo di. Me gustaba llevarla a ver el mar. Sus ojos se llenaban de luz y nunca estaba tan hermosa como entonces. Ese día, me miró sin comprender. Sin decir nada, abrió el cierre de la cadena de la que colgaba el reloj y, tras colocársela alrededor del cuello, lo cerró. Aquel día, no alzó los ojos para mirar el mar. Su mirada estaba perdida en el movimiento devastador de las agujas del reloj. Cada segundo que pasaba estábamos más lejos el uno del otro, y ella lo sabía. 
Cuando llegamos a casa, extendí un mapa de Europa sobre la mesa. Quería llevarla a algún sitio que, al menos, la igualase en belleza, así que le dije:
- ¿Dónde te gustaría estar ahora mismo? -puse mi mano sobre la suya y la estreché.
Zezka desenfocó la mirada.
- A dos metros bajo tierra.
Unos años después (rozándonos en la distancia, cada vez más lejos), el reloj se detuvo. Cuando Zezka me lo enseñó, marcaba las dos y ocho minutos. Aquella era la hora a la que la vi por primera vez. Intentó hacerme creer que había sido una casualidad, y yo fingí creerla, pero siempre supe que había sido su mano la que había cambiado la hora. A pesar de que ya no era útil, ella seguía llevando ese reloj colgando del cuello. Y, aunque ella no me lo haya dicho, sé que lo más probable es que ahora mismo esté en el fondo del Danubio, en algún punto entre Viena y Bratislava. Esto es lo que hace Zezka para destruirse a si misma: destruir sus recuerdos y las pruebas materiales de su existencia.
Podría decirse que fui yo quien le puso una pistola entre las manos y ella la que apretó el gatillo. 
Íbamos cuesta abajo y sin frenos, pero no nos importaba.

(no os olvidéis de Ann y Jack, que aparecieron ayer y pronto volverán a decir hola)

4 comentarios:

Lourdes dijo...

Cada vez me gusta más Zezka. Y tengo ganas de Verónica o Christine yaaaaaaaa...
Me gusta, creo que no hace falta que te lo diga.
(Y yo también odio los cumpleaños aunque me guste sumar un número más)
(L)

Anónimo dijo...

hola soy la lidia,mi ratón ha abierto esta pagina cuando yo estaba haciendo socis.. es un rebelde sin causa xdd me gusta,me gusta muuuchooo laiooo :D i de ann y jack yo me olvido porqe mi ratón va por su camino y ya ira mirandolo el y avisándome xdd tequierooo (L)



-ANÓNIMO LIDIU AND COMPANY(ratoncin)

Neus dijo...

puf p.n(patata negra xD), me has dejado sin palabras <3 A mi también me gustaría estar a dos metros bajo a tierra muchas veces, a lo mejor me encontraba Zezka allí, si eso ocurriera le daría saludos de tu parte aunque ya debe conocerte de sobras, como tu la conoces.

Lily dijo...

Preciosa historia!
Me ha atrapado completamente :)

Un beso