6 de marzo de 2011

Es imposible razonar con un hombre que tiene tan alto concepto de sí mismo.

(Barcelona, España, 1938)

- ¿Ha oído alguna vez la expresión 'dos no se pelean si uno no quiere', agente?
Javier asintió.
- Pues es mentira. Mi mujer nunca quiso pelearse conmigo. Se acurrucaba en el suelo mientras yo le gritaba. Y tampoco me creía capaz de ponerle la mano encima, y ya han visto la de contusiones que tiene su cadáver. Hasta le rompí una costilla, creo. Me gustaba oírla chillar de esa manera. Pero supongo, agente, que esto de que alguien se culpabilice de un crimen y no intente salvarse a sí mismo no es lo común, no? No es necesario que me responda, yo mismo fui miembro del cuerpo tiempo atrás, cuando todavía era joven de mente y espíritu, hasta que fui expulsado por lo poco ortodoxo de mis métodos. Créame cuando le digo que mi mujer no ha sido la primera persona a la que he arrebatado la vida. Una vez experimentas el placer y horror simultáneo de matar, ninguna otra acción te llena de ese modo. Lo que me pregunto es por qué no fui juzgado por esos crímenes y estoy siendo juzgado por este. Atenté con éxito contra la vida de unas personas, sin duda tan valiosa como la de esa mujer que una vez fue mía y que pasó a ser dominio público. ¿Qué diferencia hay entre su vida y la de un puñado de infelices a los que encasqueté una bala entre costilla y costilla? ¿Qué la hace diferente? ¿Es, quizás, que una vez la quise?
Javier asintió de nuevo. 
- Supongo que sí, amigo mío.
- Y supongo que va usted a hacerme creer que es una persona maravillosa que ha hecho daño a nadie, no? Seguro que usted nunca ha matado a nadie, verdad? No me haga reír, agente. ¿Cuántos años lleva usted en el cuerpo? ¿Veinticinco, quizás? ¿Y va a intentar hacerme creer...? Dejémoslo. Es imposible razonar con un hombre que tiene tan alto concepto de si mismo. No puede mentirme sobre esto, agente, puede que no haya matado a nadie, pero la intención se le refleja en el rostro, le delata el humo de su cigarrillo, lo breve de su parpadeo.
El acusado sonrió. Permaneció en silencio durante unos instantes, con los ojos entornados, meditando lo que iba a decir a continuación.
- Agente... ¿Va a dejar que pase Dios sabe cuántos años en la cárcel para que salga de ella convertido en la sombra de la sombra que soy ahora? Voy a brindarle la oportunidad de que vuelque sus frustraciones en mí. Máteme, agente. Siempre puede decirle a los demás que yo me abalancé sobre su arma y me disparé un tiro en la sien. Usted me haría un favor a mí y yo se lo haría a usted. No tendrá ningún cargo sobre su consciencia porque habrá matado a un hombre que deseaba morir. Tampoco le arrebataría nada de valor a ese hombre, ya que ni siquiera su propia vida le pertenece. Tan solo mataría a una persona que cree en el poder de las palabras para cambiar el mundo. Así que... ¿Qué me dice, agente? Va a...
El tiro resonó por todo el cuartel cerca de las doce de la noche.
Unas horas más tarde, las cenizas de un hombre que creía en el poder de las palabras para cambiar el mundo se disipaban sobre los tejados de la ciudad de Barcelona.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

ooooh me encantaa! sobretodo el final! :D

ANÓNIMO LIDIUU

Anónimo dijo...

ooooh me encantaa! sobretodo el final! :D

ANÓNIMO LIDIUU

Anónimo dijo...

Yo no he publicado dos! ¬¬
Asco de ratón rebelde.

ANÓNIMO LIDIUU

Arita dijo...

Que fuerte..

Iosune De Goñi dijo...

Has hecho temblar mis sentidos. Brindemos por el poder de las palabras, una vez más.